jueves, 8 de diciembre de 2011

Disfrutar de un Im

Cronica de un Ironman no entrenado como él hubiera querido.

Muuuucho trabajo, muchos viajes y problemas.

Pero disfrutandolo como el que más, y sabiendo que acabaria.



Ricardo Martin:


IRONMAN COZUMEL 27 de Noviembre de 2011


Hice mi primer y hasta ayer último Ironman, el 28 de agosto de 2009. Un mes después, mi vida dio un giro de 180 grados en todos los aspectos, personal y profesional. Tanto que en los dos últimos años, el deporte pasó a ser algo absolutamente esporádico en mi vida, y la sola idea de pensar en encontrar tiempo para preparar una prueba de distancia Ironman, me parecía ciencia ficción. En lo que va de 2011 llevo mas de tres meses fuera de casa en sitios tan dispares como Tel Aviv, Riyadh, Mexico D.F., Mumbay, Delhi o Doha, casi 350 horas de vuelo y otras tantas de espera en salas de aeropuertos. Con este panorama es imposible tener una rutina de nada, ni de comidas, ni de horas de sueño ni por supuesto de entrenamientos.


En julio de 2010 renuncié a mi dorsal de Roth y en noviembre de ese año estaba convencido de que no volvería a colgarme la medalla de finisher en una larga temporada.

En abril de 2011 salieron las plazas para el Ironman de Nueva York, que se celebra el 11 de agosto de 2012, y como soy de naturaleza optimista, cogí un dorsal pensando que sería capaz para entonces, de ordenar mi vida de forma que me permitiese entrenarlo. Pero no contento con eso, y pensando en que 16 meses era un plazo muy largo para retomar este deporte que tanto me ha aportado, seguí buscando una prueba para final de 2011, con idea de simplemente recuperar la ilusión, y sabiendo que no iba a tener tiempo para prepararla en condiciones. Así el 12 de mayo me apunté al Ironman de Cozumel y al 70.3 de Miami, que era 4 semanas antes y me servía para medirme y aclimatarme.


Un Ironman se prepara en un periodo de entre 20 y 30 semanas. Para Cozumel, y partiendo de llevar mas de un año de vida sedentaria, entrené en condiciones 5 semanas desde el 4 de agosto al 15 de septiembre. Con eso perdí 8 kilos y me fui a Miami, que ya me dio el aviso de lo que sería Cozumel. Y para rematar la faena, en las cuatro semanas entre Miami y Cozumel, entre viajes, trabajo y que volví con una rodilla tocada, no saqué ni una sola sesión de entrenamiento. Así es como me planto el 27 de noviembre en la salida de mi segundo Ironman.

Con todo esto no pretendo quejarme. Cuando me preguntan si he entrenado, respondo que todo lo que he podido. Además, eso me ha permitido estar relajado de vacaciones en un lugar maravilloso y hacer todo lo que se supone que no se debe hacer la semana previa a un Ironman, incluido algún tequilita, mojito o margarita.


A parte de no haber entrenado y pasarme la semana previa al sol tomando margaritas, terminé por completar el catálogo de disparates estrenando en carrera absolutamente todas las prendas excepto las zapatillas de correr y bici. Maillot de ciclismo, short de competición, top para la carrera, calcetines, casco y hasta la gorra, todo a estrenar. A esta última le quité la etiqueta en T2. Y por si fuera poco, me compro en la feria 8 geles de una marca que no había probado en mi vida y los mezclo con suero oral, que tampoco había tomado nunca. Vamos, que las probabilidades de un desastre en carrera eran todas.



La mañana de la prueba pongo el despertador a las 4:45 pero me levanto sin necesidad de que suene. La verdad es que pasé la noche dandole vueltas a todo. De lo relajado que estaba, lo más probable es que hubiese olvidado algo.

Me levanto, preparo los bidones, me visto y despierto a Ruth para bajar a desayunar. Llevaba tiempo de sobra, ya que el hotel estaba a 1km escaso de la salida, pero no convenía apretarse los dos huevos fritos con tostadas, leche, zumo y cruasanes a menos de dos horas de echarse al agua. Y desde luego no pensaba renunciar al bufet del desayuno del hotel, con lo que disfruto yo con eso!

Termino de desayunar y decido, en vez de ir a la salida con Ruth en la scooter, subirme al bus que está esperando en la puerta. En 3 minutos estamos en boxes. Voy a mi bici, coloco el Joule, los bidones, inflo las ruedas, me pongo algo de protección solar y me voy al punto donde había quedado con Ruth para darle la bomba y las chanclas y evitar dejar nada en el guardarropa, que cuando termine por la noche, cuantas menos cosas que recoger mejor.

A continuación paso por el control de chip y el punto de marcaje, y me paso por el rack para comprobar que mi bolsa de transición sigue colgada en su gancho, donde la había dejado yo la tarde anterior.

Mientras espero a que den la salida a los pros, me da por pensar en la conversación que habíamos tenido la mañana anterior Ruth y yo. Estuvimos contando las veces que había nadado en el último año. Salían 5 contando con las dos sesiones que había hecho esa semana en el circuito, y ninguna de mas de 2000 m, y ahí estaba yo, dispuesto a hacer 3800 m sin neopreno para empezar el día.... Quien dijo miedo habiendo hospitales!


Salen los pros y nos dan acceso al pantalán del delfinario de Chankanaab, desde donde debemos echarnos al agua a esperar la salida. Pasamos por un pasillo con el delfinario a la derecha y a la izquierda las vallas que impiden el acceso al público. Estaba abarrotado y yo no hacía más que buscar a Ruth. Cuando por fin la veo no puedo evitar soltar la primera lágrima del día. Ella también se emociona, sabe lo importante que es para mi volver a estar en la salida de un Ironman, aunque sea para morir en el intento. Le lanzo un beso y me voy haciael punto de acceso al agua. El reloj marca las 6:45, quince minutos para empezar a luchar por mi sueño.


Caliento un poco los hombros antes de tirarme al agua. Llevan meses sin moverse, y me cruje todo en cada movimiento. Por megafonía habían anunciado que el agua estaba a 27,4°, así que salto desde el pantalán sin ningún reparo. El agua es absolutamente cristalina, y la visibilidad es de varias decenas de metros. Meto la cabeza dentro del agua y veo a los delfines nadando al otro lado del pantalán. Con esta imagen, se te olvida por completo lo que estas haciendo alli.

Me aproximo hacia la linea de salida. No quiero llevarme muchas leches, por lo que había decidido salir retrasado, pero al final, a dos minutos de la salida, me veo ya casi en primera linea de la ensalada. También pretendía abrirme a la derecha, ya que los giros son a izquierdas, pero cuando suena la bocina, de debajo del pantalán que estaba a nuestra derecha, sale una marabunta de gorros naranjas, por lo que al final me veo justo donde no quería estar, en todo el medio del fregao.

El circuito del agua es a una sola vuelta con cuatro boyas de giro. El primer tramo es de unos 500m hasta la primera boya, se gira 90° para hacer un tramo corto de unos 100m, giro a 90° y se hace el tramo largo, paralelo a la costa, de unos 2000m hasta la tercera boya, de nuevo tramo corto de 100m y giro de nuevo para enfilar los 1100m restantes paralelos a la costa hasta la salida en el pantalán de Chankanaab.


Hasta la primera boya voy en modo supervivencia, sin posibilidad de coger ritmo y recibiendo mandobles por doquier, hasta que en el primer giro recibo un codazo que me desencaja la mandíbula. Me mareo un poco y me salgo buceando del sarao. Hago por obviar el dolor y sigo hacia la segunda boya, esta vez muy abierto, evitando el contacto. Al hacer el segundo giro, me pongo a pies de una chica que me llevaría todo el tramo largo hasta la tercera boya. Ahora que vamos alejados del mogollón, me puedo permitir observar la maravilla que es nadar viendo el fondo a 10 metros como si el agua fuese aire.



Al girar en la tercera boya, la chica que me lleva a pies se va directa al lío, así que la dejo marchar, hago el giro abierto y enfilo la cuarta boya para pegarme lo mas posible a la costa, y así evitar la corriente en contra, tal y como me había aconsejado la mañana anterior un miembro de Cruz Roja en la sesión de entrenamiento, mientras esperaba a Ruth en el pantalán. Me pego tanto a la costa que casi acabo subido a las rocas, y salgo del agua en..... 1:08???? No me lo creo! Llevo un año sin tocar el agua y salgo con tan solo un minuto mas que en Canadá y sin neopreno!

Salgo feliz del agua, habiendo disfrutado hasta del casi KO de la primera boya y encantado de no haber estado 1:20 nadando como esperaba.

La transi es muy larga, y la hago corriendo lo que no sería capaz al acabar el día, pero en ese momento estaba pletórico.

Cojo mi bolsa, me pongo el maillot con mangas para evitar la solanera en los hombros, casco, gafas, un barrita, la pócima mágica, el dorsal, meto los trastos de nadar, se los doy a un voluntario al que agradezco estar allí por nosotros y salgo de la carpa a por la P3.

Me subo a la bici y pedaleo unos metros para alejarme del batiburrillo que se organiza habitualmente en el punto de montarse a la bici, y me calzo las zapatillas en marcha asegurandome de no tener a ninguno dando bandazos cerca. Me las calzo en un santiamén..... parece que hay cosas que no se olvidan.


El circuito de la bici es a tres vueltas. Dos de 63km y la tercera de 54km, hasta la plaza del Ayuntamiento de San Miguel de Cozumel, donde se encuentra T2. Es un circuito completamente llano pero con zonas de mucho viento, especialmente en la zona este de la isla. El asfalto, aunque decente, tiene tramos en los que es bastante bacheado y en tres vueltas, se llega a hacer pesado, y el paso por San Miguel tiene 5 giros que obligan a bajar la velocidad para no acabar encima de los espectadores al salir de la curva. El resto, una pista de Formula 1 a la que espero volver algún día a darme el gustazo de bajar de 5 horas en la bici.


Se que no estoy para tirar cohetes, y cuando estaba en forma, solía darme el gusto de hacer un buen parcial en la bici para terminar arrastrandome en la carrera a pie, pero en las condiciones en las que me encontraba en ese momento, cualquier exceso en la bici acabaría sin duda con un DNF, así que la primera vuelta fui pendiente de no pasarme de watios en ningún momento y cuidando beber del potingue infernal de geles y suero que me había preparado.

En el camino hacia el sur de la isla, se pasa por la entrada de todos los hoteles, y había una gran animación en todos ellos. Habían sacado música y hasta el bar para que los animadores pudiesen ejercer de pomponeros sin dejar de disfrutar de su pulserita de "all inclusive". Esto hizo que a lo largo de esos kilómetros, cada cierto tiempo pasases por un punto de animación que se agradece.


Al girar en el lado este de la isla, a las 9 de la mañana, ya soplaba el viento considerablemente. Despacito, sin levantar la cabeza del acople, paso los mas de veinte kilómetros de ese tramo, y al girar en la Avenida Benito Juarez, para enfilar hacia San Miguel, veo a Ruth por vez primera. Me alegra mucho verla. Comentamos mientras me sigue con la moto mi inesperado buen papel en el agua, y le lanzo un par de bidones para guardar de recuerdo.

Al llegar a San Miguel, entras por los barrios pobres, donde viven las familias de todos esos empleados de los hoteles, gente de amabilidad infinita que se desvive por hacernos la estancia lo más placentera posible a los que aterrizamos aquí de turistas.

Eran las 10 de la mañana, y la gente ya estaban en la calle animando. Los niños te gritaban para que les lanzases un bidón. En ese momento me acordé de los que le había lanzado a Ruth.


Entonces momento me emociono y empiezo a llorar como un crío. Se me empañan las gafas por las lágrimas y empiezo a acordarme de Luz, mi pequeñaja que está a 8000km. Cada pedalada que doy me acerca mas al centro de San Miguel y cada metro que avanzo hay mas y mas gente a ambos lados de la carretera dejandose la voz animando, y yo sigo llorando sin poder contener la emoción. Sin poder ni querer. Espero tener toda mi vida la capacidad de emocionarme. Lloro emocionado por la gente y sintiendome completamente feliz y agradecido de tener el privilegio de estar allí en ese momento.

Salgo de San Miguel y enfilo hacia Chankanaab para terminar la primera vuelta. La carretera se vuelve solitaria a excepción de los pasos por las entradas de los hoteles.

En el km80 empiezo a sentirme mal del estómago, y en el 85 comienzo a tener arcadas. Hasta ese momento solo había sido capaz de ingerir unas 300 calorías entre suero, geles y media barrita, es decir, nada, y se me había bloqueado el estómago.

Hasta ese momento albergaba la esperanza de hacer un Ironman decente. Sabía que era imposible, pero en el fondo todos nos agarramos a la posibilidad de que se obre el milagro hasta el ultimo momento, y mi ultimo momento, el de poner los pies en la tierra, era ese.

Sin poder comer tocaba tirar de grasas, y de esas había traído para 15 Ironmans seguidos. Otra cosa es que mi cuerpo fuese capaz de usarlas, pero estar estaban. Puse boca abajo el Joule, ese cacharrito infernal que convierte en matemáticas el sudor y que no te deja disfrutar de las sensaciones, y me dije: "a ver gordito, aquí no hemos venido a batir ninguna marca, hemos venido a darlo todo aunque mi todo sea poco, así que ahora nos vamos a concentrar en llevarnoslo todo, porque este Ironman Cozumel 2011 no se va a volver a repetir y tienes el deber de acabar el día habiendo grabado en la retina y en el corazón cada paisaje de quitar el hipo, cada voz animando, cada cara sonriendo y cada gota de sudor. Este 27 de noviembre de 2011 no se repite, a exprimirlo!".


Al siguiente giro en la Avenida Benito Juarez, a 10 km de que empezase a haber público, me vuelvo a emocionar. Paso los avituallamientos recolectando bidones, y llego a colocar hasta cinco entre las barras del acople. Al llegar a los críos que me los habían pedido en la primera vuelta, les enseño uno en la distancia y comienzo a lanzarlos uno a uno hacia el lado de la acera por el que vienen corriendo con unas sonrisas que deslumbraban. La madre daba saltos emocionada, y al pasar, entre los gritos de los niños de "lo tengo!", alcancé a oír la voz de un adulto que decía: "Dios se lo pague amigo!"..... Y otra vez a llorar!

Hice todo el segundo paso por San Miguel con lagrimas corriendo por la cara, haciendo gestos de agradecimiento a la gente, con los codos en el acople y aplaudiendo con las manos a esas personas que me hacían sentir tan afortunado de estar allí, y buscando los pantalones rosa fosforito de Ruth para decirle que la quiero, pero no la encontré.



Vuelvo a enfilar Chankanaab y la solitaria carretera. En las entradas de los hoteles ya hay menos animación. La gente se va trasladando al centro de San Miguel para ver la maratón. Veo a Ruth en uno de los hoteles, pero llevo tal torbellino de emociones que no alcanzo a decir una sola palabra.



En la zona este, junto al mar, el viento ya es realmente fuerte, y parece que ha llovido, porque el suelo está mojado. Ojalá lloviese en la maratón!

Enfilo hacia San Miguel y vuelvo a encontrar a Ruth en la moto. Le cuento lo emocionado que voy todo el rato, que a la mínima me echo a llorar, y según se lo estoy contando no consigo acabar la frase y me vuelvo a emocionar. Como puedo le digo que echo mucho de menos a Luz, y que me prepare un cartel para dedicarle la carrera si termino. Lo había pensado varias veces antes de este día, pero no quería dejar nada preparado que supusiese dar por hecho que iba a terminar.

Paso por tercera vez por el centro de la ciudad y llego a T2 en 6:03 con una bici 3km larga. Me bajo como siempre, descalzandome en marcha, le doy la bici a un voluntario, y otro me alcanza mi bolsa que ya tenían preparada. Entro en la carpa, me siento a colocar bien los calcetines nuevos, cambio maillot de un uso por top nuevo, le quito la etiqueta a la gorra nueva, y salgo a correr con la poción mágica en el bolsillo trasero.

Me sorprendo a mi mismo viendo que voy corriendo, ya que daba por hecho que la maratón la haría entera caminando. No llevo ni dos kilómetros, y empieza a caer el diluvio universal. Esto sí que es una suerte. Se tiró lloviendo las dos primeras horas, las de más calor de mi maratón, por lo que con el cielo cubierto y cayendo agua, mi cuerpo no tenía que luchar contra el calor y sólo tenía que hacer contra mi cabeza. Un enemigo en lugar de dos, mucho más fácil.

Corro, a trote cochinero, pero corro hasta el km 23. En ese punto paso un avituallamiento andando y me hago el remolón para volver al pasito de costalero. Voy chupando algun trozo de naranja y alcanzo a comer sin molestias un par de trozos de platano. En el 25 veo a Ruth y me sigue un rato.



Termino la segunda vuelta y en el segundo avituallamiento de esta vuelvo a para a caminar. Ruth me acompaña unos metros hasta el km 30 en el que retomo la procesión, y en el km 32 empiezo a perder el control, se me va la cabeza, se me empieza a nublar la vista, y me cuesta mantener la linea recta. Me asusto porque no quiero terminar desmayado y con la decisión de si termino la carrera en manos de un médico, así que dejo de correr. Camino despacio hasta el siguiente avituallamiento y bebo un poco de pepsi. Poco a poco me voy recuperando, pero correr se me hace imposible. Lo intento un par de veces con idéntico resultado, las piernas tiesas y empiezo a marearme. La siguiente hora y media camino los algo menos de 10km que me quedan para meta. Me duelen muchisimo las piernas y los pies, voy mareado, pero ni por un segundo dejo de pensar en cruzar la meta.

Al llegar al punto de giro, aun hay muchos que van a por su tercera vuelta. Las dos anteriores vi con envidia como alguno enfilaba hacia meta, en esta me tocaba a mi. Entro en el pasillo alfombrado de azul. Sé el color porque lo he visto en las foros, porque en ese momento no distinguía nada. Arranco a llorar, la gente a ambos lados me aplaude, me extienden la mano, alguno hasta se emociona conmigo y rompe a llorar. Giro a la izquierda y veo el arco de meta. Ruth debe estar por aquí pero no soy capaz de distinguirla entre tanta gente, tantas lágrimas y tan pocas fuerzas. Ya estaba a punto de darme la vuelta para ver si me había pasado cuando la oigo gritando mi nombre. Me voy directo a ella sin ser capar de articular palabra, el ruido de la gente es ensordecedor. La beso y la gente rompe a aplaudir y a gritar.


Me da el cartel que le había pedido y que se había ingeniado para tener, me ajusto la gorra y roto de emociones, sin sitio para sentir ya ningún dolor, levanto el cartel y desde lo más profundo de mi mismo, le dedico a mi niña de 8 años, las trece horas y tres minutos de lucha de su padre para estar cruzando ese arco, y los dos años y tres meses que lleva luchando para volver a estar en la salida de un Ironman.


http://youtu.be/MoNxQT_WfPU


Tu a mi en Regensburg, yo a ti en Cozumel... quién tira la proxima?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE BUENO!!!!!!

ISMA

DANIEL LOZANO dijo...

Absolutamente impresionante el relato de esa vivencia.
No hay palabras, o al menos mi torpe cabeza no las encuentra, para describir las emociones que despierta su relato.

Lástima que en este páis, solo importe un deporte, el futbol, lástima que no se conozcan otras actividades deportivas que inculcan valores como el esfuerzo, el sacrificio o lo que es mas importante , enseñan que cuando se trabaja duro los sueños se cumplen.
Lástima que no se de a conocer a heroes como ustedes ante los que cae rendida mi admiración.

Impresionante historia que anima a todos los que como yo empezamos en este mundo a seguir.

Mi mas sincera enhorabuena.